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2 Nov 2020

Trata de personas: perspectivas y nuevos desafíos regionales

Por: Diego Sebastián Luciani, Fiscal General ante los Tribunales Orales Federales de la ciudad de Buenos Aires. Especialista en Derecho Penal (UBA). Director de la Diplomatura en Delitos Complejos, y publicado por la Konrad Adenauer.

Esclavitud contemporánea

La trata de personas es un delito preocupante para los Estados: se la reconoce mundialmente como una violación grave de los derechos humanos. Este negocio obtiene su materia prima de los sectores más desprotegidos, se nutre de la pobreza, la falta de trabajo, el subdesarrollo, la ignorancia, la discriminación de la mujer y la inocencia de la niñez. La circunstancia de que el sujeto activo supedite bienes jurídicos elementales como la libertad, la dignidad, la igualdad de condiciones, la identidad y la salud al simple beneficio económico, convierte esta acción en despreciable desde todo punto de vista.

Un primer inconveniente al enfrentar las organizaciones criminales a nivel nacional y mundial es que tienen una cantidad enorme de mano de obra a su disposición. La esclavitud contemporánea afecta a las personas que están en situación de pobreza y el número de estas es cada vez mayor. Por ende, la oferta de potenciales esclavos ha crecido exponencialmente y el precio ha caído, pues los hay en abundancia.

Pandemia

A pesar de la cuarentena y el confinamiento, ni el crimen organizado, ni la violación de los derechos humanos, ni las situaciones de esclavitud se han detenido, por el contrario, muchas actividades han mutado hacia las redes sociales, donde se hacen más ocultas y difíciles de descubrir. Un ejemplo es el aumento de la pornografía infantil por internet: las organizaciones han adaptado sus métodos de captación y reclutamiento por esa vía.

Los investigadores deben redoblar los esfuerzos y especializarse en las modalidades cibernéticas, valiéndose de las oportunidades que las nuevas tecnologías les brindan.

El crimen organizado no solo ha avanzado en las redes sociales, sino que también extiende sus tentáculos hacia otros ámbitos. El último informe de Investigación de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), que analiza escenarios posibles sobre el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas hacia América del Norte y Europa por la crisis de la Covid-19, menciona que, a pesar de las restricciones a la movilidad, el tráfico ilícito de migrantes ha continuado en la región y en el mundo.

Paradójicamente, el cierre de las fronteras terrestres, marítimas y aéreas ha ocasionado un incremento del tráfico ilícito de migrantes. Es decir, los límites de circulación impuestos por la pandemia no detienen la movilidad de las personas que huyen de los conflictos, la violencia, los abusos de los derechos humanos y la pobreza, por la necesidad de sobrevivir.

Las consecuencias de la pandemia ponen en peligro aún más la vida de estas personas, porque se someten a múltiples situaciones peligrosas que son aprovechadas por las organizaciones criminales para obtener un rédito económico.

La inmigración ilegal es una de las actividades que los grupos criminales utilizan frecuentemente, debido a la demanda de personas procedentes de países menos desarrollados, los beneficios económicos que reporta y la corrupción tremenda de funcionarios y políticos.

Así, se ha visto que miles de personas han muerto de asfixia en contenedores, han perecido en desiertos o se han ahogado en el mar. Es la muestra más terrible de la cosificación. Sin embargo, esto no parece inquietar demasiado a los políticos, ya que las soluciones no aparecen.

Migración por el cambio climático

A este cuadro dramático se le suma una circunstancia que está siendo objeto de estudio en el mundo: la migración por el calentamiento global.

Recientemente, The New York Times Magazine publicó un informe sobre la escala de la migración climática, en el que Abraham Lustgarten, periodista especializado en medioambiente, describe los cambios en América Central. Se proyecta que la migración aumentará cada año, a medida que el clima cambie. Como resultado del calentamiento global, las sequías, las inundaciones, la falta de agua y el hambre provocarán la mayor ola de migración mundial.

 En los escenarios climáticos extremos, más de 30 millones de migrantes pueden llegar a dirigirse desde América Latina hacia la frontera de los EE. UU. en los próximos 30 años. Aun si estos países toman medidas moderadas contra las emisiones de dióxido de carbono, alrededor de 680.000 migrantes climáticos podrían mudarse de Centroamérica y México a los Estados Unidos antes de 2050.

 Mientras las emisiones no disminuyan, ese número ascenderá a más de un millón de personas, debido al calentamiento más elevado. Un dato alarmante es que las cifras no incluyen a los inmigrantes indocumentados, cuyo número podría ser el doble.

 El resultado será la mayor ola de migración global que el mundo haya visto y un terreno fértil para que los traficantes, vinculados a cárteles de droga o a la captación de personas, se aprovechen de la situación de vulnerabilidad de los inmigrantes. Asimismo, para que los sometan a la explotación, a la violencia y al abuso psicológico y físico.

El papa Francisco, en su encíclica Laudato si, ya alertaba sobre esta situación: “El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas (…) Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados…”.

Nuevos desafíos

Como se observa, el problema es delicado en la actualidad y será más grave en el futuro, ya que la pandemia y el contexto económico de muchos países impedirán a millones de personas cubrir necesidades básicas, lo que generará un terreno fértil para la captación de víctimas.

Frente a la situación planteada, los regímenes políticos no pueden permanecer indiferentes, ya que se encuentran frente a uno de los desafíos más grandes para la humanidad: crear estrategias para la llegada de personas migrantes. Son decisiones políticas cruciales de las que dependen vidas de familias enteras, en busca de oportunidades para sobrevivir y tener un futuro mejor.

 Los Estados tienen la obligación de llevar adelante acciones concretas para evitar la situación desgarradora que viven los migrantes, ya que atenta severamente contra la dignidad de las personas.

 Como señala el santo padre en la carta encíclica Fratelli tutti, la trata de personas y otras formas actuales de esclavitud son un problema mundial que necesita ser tomado en serio por la humanidad en su conjunto porque, así como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.

El gran desafío es actuar global y organizadamente para mejorar las condiciones de vida de las personas más necesitadas, y así, liberar a la humanidad de las nuevas esclavitudes y de la violencia del crimen organizado.

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