El regreso de las vacaciones fue tranquilo, todo había sido acordado al cerrar el año anterior. Así, fueron transcurriendo las semanas entre la despedida del verano y el ritmo de la rutina laboral que se iba desperezando sin contratiempos.
Las Diplomaturas tenían su fecha de inicio, los brochures contaban con la información necesaria y los flyers, listos para su publicación. Lo que quedaba por delante era, junto a los Directores y Coordinadores de Diplomaturas y Cursos, comenzar la difusión para ir sumando alumnos a cada una de las propuestas. De esta manera, llegábamos a mediados del mes de marzo…
Y fue, justamente a mediados del mes de marzo, cuando todo lo planificado debió cancelarse. Nada de lo que teníamos previsto, podía realizarse. El año que habíamos programado, se suspendía. Y cuando decimos todo, es todo.
¿Qué hacer con las Diplomaturas, Cursos y Programas de actualización profesional? Teníamos algunos alumnos, que de manera anticipada se habían anotado en distintas propuestas según su interés. Sin embargo, la dispersión de inscriptos entre las Diplomaturas de Derecho, Educación y del ámbito Social, hacía que ninguna de ellas se presentara como viable. Mucho menos, cuando el contrato de cursada presencial, debía cancelarse de la noche a la mañana.
El panorama que teníamos por delante nos llenaba de incertidumbre. Los más pragmáticos sentenciaban que el año estaba perdido. Argumentos tenían de sobra: con la pandemia, el aislamiento social y la crisis económica que afectaba a todos los sectores; parecía imposible proyectar espacios de actualización profesional. Y si lo hacíamos, ¿cómo llevarlos a cabo? ¿Cuándo íbamos a poder regresar a las aulas? Y si podíamos regresar, ¿la gente estaría dispuesta a sentarse en un salón cerrado junto a otras 30 o 40 personas? Y si lo estaba, ¿tendría recursos económicos para pagar una Diplomatura?
Todas las propuestas del área, además de satisfacer un genuino crecimiento académico, tienen como misión contribuir a formar personas comprometidas con el bien común, la vida, la dignidad humana y, fundamentalmente, capaces de poner especial atención en los sectores más desprotegidos de la sociedad. Compromiso que nace de la identidad de una universidad diocesana y comunitaria, y que se va consolidando a través de cada uno de sus miembros. Por esta razón, algunos de nosotros, no nos resignábamos a ver con impotencia que los proyectos fueran arrasados por un contexto global que apenas dejaba espacio para pensar qué hacer.
Este panorama, tan cierto como incierto, nos había pateado el tablero. Se trataba entonces, de empezar a reacomodar las piezas y de descubrir las nuevas reglas de juego.
El rompecabezas que implica diseñar una Diplomatura, se va armando cuando se logra hacer coincidir los contenidos académicos, estructurados de manera coherente y progresiva, con las apretadas agendas de los especialistas que los dictarán. Si consideramos que este tipo de propuestas suelen durar entre 4 y 8 meses, implica que, con encuentros semanales a cargo de un profesor distinto por clase, cada una de ellas demanda, como mínimo, entre 16 y 32 docentes.
Habíamos proyectado para el 2020, más de 10 Diplomaturas, es decir que nuestro rompecabezas superaba las 3 cifras de profesores que deberíamos reprogramar. Reprogramar, ¿pero para cuándo? Si en ese momento, en el ámbito académico se hablaba más de Zoom, Meet, Jitsi que de ningún otro tema.
Abril se presentó como el punto de giro de las mejores películas. Los Directores y Coordinadores de las distintas Diplomaturas nos reunimos, por Meet por supuesto, y nos empezamos a entusiasmar con la virtualidad. El cuándo, que hasta entonces parecía ser la clave, se reemplazó por el cómo. ¿Cómo adaptaríamos los contenidos presenciales a una modalidad a distancia? Teníamos la oportunidad de descubrir nuevas metodologías para seguir brindando espacios de actualización profesional. También, de seguir capacitándonos para tener más herramientas pedagógicas acordes al contexto actual. Estábamos dispuestos a hacerlo.
Nos dividimos en dos grupos de trabajo. Por un lado, responsables de propuestas Sociales y de Educación; por el otro, Derecho. Fue así como durante un mes, directores de colegios, jueces, fiscales y especialistas de diversas temáticas dejaron sus roles directivos para, humildemente, asumir el de alumnos del Programa de Actualización en Educación a Distancia, diseñado especialmente para ellos.
Seguros de que el año no estaba perdido y dispuestos a seguir asumiendo desafíos, quedaba por delante adaptar los contenidos a clases sincrónicas con el complemento del campus virtual, convencer a los profesores y reorganizar sus agendas. Gracias a que la esencia misma de las Diplomaturas tiene un alto contenido vocacional que ningún salario docente puede llegar a compensar, todo esto se pudo lograr.
Los cursos de oficios, destinados a alumnos de zonas más vulnerables, desarrollaron sus clases a través de tutoriales enviados por WhatsApp. Las propuestas pastorales resignaron el único encuentro presencial previsto y actualizaron sus metodologías incorporando espacios sincrónicos.
Para este entonces, habíamos descubierto otra pregunta que nos guiaba. Ya no se trataba ni del cuándo, ni del cómo, ahora la pregunta era ¿por qué no? Por qué no ofrecer nuestras propuestas a todo el país. Y lo hicimos, la virtualidad nos impulsó a extender los límites de la difusión. A través de vínculos que fuimos generando en varias provincias, logramos que la USI apareciera como una opción interesante para profesionales que viven y trabajan a cientos de kilómetros de San Isidro. Así, el 14 de mayo, desarrollamos la primera jornada inaugural a distancia.
Con el trabajo en equipo de nuestra parte; la libertad y el apoyo de las autoridades de la Universidad, llegamos al segundo semestre con: más de 50 alumnos de Misiones, más de 40 de Tierra del Fuego, más de 80 de Corrientes, cientos de la provincia de Buenos Aires y decenas de Mendoza, Tucumán, Entre Ríos, Chaco, Córdoba, Neuquén, Río Negro, Santa Fe, Catamarca, Chubut, Salta, Jujuy, Santa Cruz… que sumados superan los 800 alumnos de Diplomaturas, Cursos y Programas de la Universidad de San Isidro “Dr. Plácido Marín”. Cifra que excede la inscripción total de 2019 y abre un abanico de posibilidades para seguir haciendo un aporte académico que repercuta en la comunidad en su conjunto.
En un año distinto, había que hacer algo distinto; en un año inesperado, había que animarse a lo impensado.
Lic. Mariana Barreiro
Directora Académica de Diplomaturas y Cursos