Abogado y Profesor de Derecho Político de la carrera de Abogacía en la Universidad de San Isidro “Dr. Plácido Marín”.
Desde el año 2007, a partir de una iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, todos los 20 de febrero celebramos el Día Mundial de la Justicia Social.
La Justicia Social, expresión creada en 1843 por el jesuita italiano Luigi Taparelli D´Azeglio-de enorme influencia en el pensamiento del Papa León XIII, autor de la Carta Encíclica Rerum Novarum,y por consiguiente, en la doctrina social de la Iglesia y en el denominado constitucionalismo social-ha ido perdiendo valor frente a un avance economicista de la cultura.
Sin justicia social no hay desarrollo ni dignidad humana posible. Es decir, sin justicia social no hay sociedad en el sentido más humanista del término, pues un amontonamiento de personas en un territorio determinado no es necesariamente una sociedad.
La suma de individualidades deseosas por consumir e indiferentes respecto de la realidad del otro, no constituye necesariamente una sociedad. La indiferencia hacia el otro y el narcisismo son notas características de nuestros días.
La modernidad occidental es el resultado de diversas fuerzas que actúan e interactúan entre sí: el dinero, el sistema económico basado en la producción de bienes y la estimulación permanente e ilimitada de la demanda al punto de generar conductas de consumo irracional.
Seamos concretos, la economización de la vida, la colonización del materialismo y el reinado del dinero son fenómenos que se han erigido como los denominadores de nuestro tiempo histórico.
El efecto directo de esta matriz cultural es la nueva orientación en la construcción de sentido. La justificación existencial por parte de los hombres a partir del consumismo y el confort material, esquema que a su vez genera su propio sistema de valores.
Es decir, se produce una retroalimentación entre la economización de la cultura y los valores del consumo. Esta forma de construcción de sentido y justificación moderna de la existencia facilita la formación de un tipo de sociedad individualista que se devora a sí misma.
En consecuencia, en este esquema, lejos de encontrar un fortalecimiento de la justicia social, aquello que encontramos son individuos que cofunden derechos con deseos y bajo esa lógica lo único que hacen es lanzar sus derechos/deseos como armas los unos contra los otros con el objeto de satisfacer la pulsión consumista y -de ser posible- ascender en la pirámide del consumo.
A su vez, como dije antes, cada vez son más extremos los niveles de narcisismo que observamos, por ejemplo en las redes sociales,las cuales -corresponde aclarar- son victimas del fenómeno narcisista. Son un nuevo canal de manifestación que esta patología ha encontrado y usufructúa.
Las personas exhiben allí su vida privada y sus consumos casi emulando a las celebritis, muestran desde donde vacacionan y el boletín de sus hijos hasta que comen.
En definitiva, el consumismo irracional ha corroído el aprecio colectivo por la justicia social, el cual,gradual y consistentemente está siendo remplazado por la búsqueda constante del placer material y su exhibición pública a modo de trofeo.
La neurosis por el consumismo y su exposición de tipo narcisista, se han constituido como característica definitoria de nuestra época histórica y tienden a sustituir el valor y el aprecio por lo otro y por los otros,o sea, por la justicia social.
Precisamente por todo esto, es que debemos celebrar más que nunca,el día mundial de la justicia social.