Mañana es el día del trabajo. ¿Cuántas veces en este último mes y medio no te preguntaste quién te mandó a trabajar en la docencia? ¿No tuviste ganas de largar todo, de tirar la computadora por la ventana, de dedicarle un florido improperio tanto a la dirección de tu carrera como a ese estudiante que caía con aquel planteo pueril e inoportuno? A mí me pasó más de una vez. Y, sin embargo, hoy estamos aquí cantando. Cantando al sol como la cigarra y descubriendo que no hay algoritmo capaz de reemplazarnos. Que somos capaces de encontrar posibilidades insospechadas en la virtualidad a la par que constatamos que hay aspectos de nuestro trabajo que sólo se pueden realizar eficazmente de modo presencial. Que, paradójicamente, sentimos con mayor intensidad que otras veces lo que significa ser comunidad.
Nuestro trabajo es la docencia: ergo, no somos optimistas. Cada vez que alguien viene con aquello del vaso medio lleno o medio vacío, sospechamos de cuál será el contenido del vaso. Leemos. Hablamos. Estamos informados. Somos conscientes de lo difícil que está todo. Sabemos que no hay espacio para el optimismo. Nuestro trabajo es la docencia: ergo, creemos que podemos hacer algo para que nuestros estudiantes tengan un futuro mejor. Esa apuesta al futuro no deviene del fácil optimismo, sino de la ardua esperanza. Si no fuera por ella, nos dedicaríamos a otra cosa.
Nuestro trabajo es la docencia: ergo, nos contagiamos del espíritu lúdico de nuestros estudiantes. Tenemos siempre algo de niños, de aquellos que entrarán en el reino de los cielos porque saben jugar. Tenemos en claro que en el juego hace falta esforzarse, cumplir reglas, jugar en equipo. Sabemos que a veces se sufre y a veces se goza, pero jugamos porque siempre disfrutamos jugando. Hay quienes creen que la inteligencia artificial reemplazará a los trabajadores. Nosotros sabemos que la inteligencia artificial no es capaz de disfrutar jugando. Quien no es capaz de jugar, no es capaz de jugarse. Cada uno de nosotros conoce bien sus limitaciones, sus pequeñeces y mezquindades, pero, sin embargo, estamos dando muestras de ser mejores gracias a los demás, de ser capaces de construir una comunidad capaz de jugarse en las circunstancias más difíciles y salir adelante.
Hoy estamos aquí cantando, porque, entre otras cosas, somos capaces de ver cómo crece el tamaño de nuestra esperanza. Por todo lo que cada uno viene haciendo desde que pasó a formar parte del equipo de la USI, por todo lo que juntos hicimos desde que empezó este año lectivo tan especial, por todo lo que, como me dijo ayer Jerónimo, haremos cuando esa cuerda que estamos tensando en este tiempo pueda soltarse lanzando la flecha hacia lugares que hoy ni imaginamos, por todo eso, podemos decirnos con satisfacción: FELIZ PRIMERO DE MAYO.
Enrique Del Percio
Rector